Barcelona debe ser capital de España, o mejor dicho co-capital, junto a Madrid. Esa es la propuesta del PSC (Partido Socialista de Catalunya) para acabar con las tensiones nacionalistas que a menudo enfrentan a parte de los catalanes con el resto de los españoles.
Una idea que no es nueva. Parece ser que, tras el éxito de la Exposición Universal de Barcelona en 1888, la Regente María Cristina sopesó muy seriamente la posibilidad de trasladar la capital del reino a Barcelona, el verdadero motor industrial del país e indiscutible capital cultural.
Un siglo más tarde, a propósito de la cita olímpica de 1992, fue el entonces alcalde la la Ciudad Condal, Pasqual Maragall, quien propuso en varios de sus discursos realizados fuera de Cataluña, que su ciudad debería ser el símbolo de la “España periférica”, y acoger instituciones estatales. Una especie de segunda capital de España.
La idea de que la capital catalana y segunda gran ciudad de España tras Madrid, se convierta en cocapital y acoja por ejemplo instituciones como el Senado no es del gusto de los nacionalistas de uno y otro bando, si bien sería una manera de reconocer una realidad: para mucha gente fuera de España, Barcelona representa la gran ciudad y referente cultural del país. Barcelona es, para bien o para mal, el mayor escaparate de España en el mundo.
En su día nadie se atrevió a dar un paso que sin duda habría cambiado la historia de nuestro país, reduciendo a cero casi todos los argumentos nacionalistas y separatistas, y haciendo un acto de justicia histórica a la Ciudad Condal.