Los pescadores de Barcelona, que a la crisis que ya sufría el sector suman ahora las desgracias que trae la crisis económica mundial, buscan nuevas formas de sobrevivir. La solución pasa por ser imaginativos y flexibles. Reinventarse. La salvación pasa por el Turismo de Pesca.
En la actualidad el número de embarcaciones amarradas en el puerto de la Ciudad Condal dedicadas a esta actividad se ha quedado en solo 36, una cuarta parte de lo que era hace solo unas décadas. Las causas: capturas cada vez más bajas, menos caladeros y viejos pescadores que se jubilan sin que nadie tome el relevo.
Por suerte, la remodelación del puerto pesquero, pactada con la Autoritat Portuària y el Ayuntamiento de la ciudad, permitirá a los pescadores realizar esta apuesta de futuro: el Turismo de Pesca, que ya cuenta con algunos adeptos, desde cocineros que acuden a comprar pescado directamente de las redes de los pescadores hasta los amantes del mar y sus tradiciones que curiosean y se sientan a observar el trajín del Muelle de los Pescadores.
Este mismo verano ya ha habido tímidos intentos: barcos que ofrecían a los turistas una auténtica experiencia pesquera, echando las redes y degustando un buen arroz de marisco a bordo, mecidos por la solas del Mediterráneo. A veces, esto es mucho más rentable que salir a faenar.
En cuanto al producto, en La Barceloneta, barrio de pescadores por excelencia, se ha creado la marca “Peix de La Barceloneta”, para promocionar el producto en ferias internacionales y entre restauradores. Otras actuaciones que se espera dinamicen el Turismo de Pesca en la ciudad son la peatonalización del primer tramo del Moll dels Pescadors, a punto de empezar, y la construcción de una nueva lonja pensada para poder recibir visitantes, con un restaurante acristalado en el piso superior donde la gente podrá comer los productos frescos del mercado, recién sacados del mar. El reclamo gastronómico junto al del mar y sus trabajos puede ser una combinación de éxito.